La agricultura ha sufrido muchos cambios en los últimos siglos, la mayoría de ellos enfocados en aumentar y/o abaratar las producciones y mejorar la resistencia ante enfermedades y patógenos. Se ha conseguido una mayor eficiencia en los campos, pero en la misma medida que el rendimiento ha ido creciendo, ha aumentado su repercusión en el medio ambiente.
Mientras este crecimiento desmesurado y sin control se producía, también se ha ido investigando mucho en los principios agronómicos que hacen posible la producción de los campos. De modo que podría decirse que no todo está perdido.